Es el Señor que muere atormentado,
Por causa de un mundo sin amor,
Su cuerpo santo, vedlo ensangrentado;
Así convenía, bendito Salvador.
El Señor convivió con los mortales,
Y sufrió las mismas privaciones
Pues El conoce todos nuestros males;
Pues El conoce las negras tentaciones
Amó a las gentes con amor profundo,
Y a ellos esparció bendición a manos llenas,
Dio vista al ciego, sanó al moribundo;
Rompiendo del pecado las cadenas.
Cada paso que dio en esta senda
Sangró sus bellos pies con los abrojos,
Y llevó en la cruz toda una afrenta;
Sin verter una lágrima en sus ojos.
Señor, te adoro por tu amor mostrado,
Te adoro porque así te lo mereces,
Apuraste la amarga copa del pecado;
Del oprobio llena hasta las heces.
Tu gran amor no olvidó a las criaturas,
Que quedaron en este malo suelo,
Hiciste un encargo lleno de venturas;
Que reflejaba la bondad del cielo.
Oyó la multitud encargo tan amable
Que alguien acató con fiel prodigio,
A él: “Hijo he ahí tu madre”
A ella: “Madre he ahí tu hijo”
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