lunes, 22 de julio de 2013

SALVAME SEÑOR, QUE PEREZCO!


 Caminaba pleno de autoconfianza
 creyendo que en mí la fuerza estaba
 cual roble en tiempos de bonanza;
 se me olvidó que sin tí, yo soy nada.

Aún recuerdo el día bienaventurado
en que extendiste a mí tu santa mano
mi corazón plenamente enamorado;
se rindió a tí, Jesús amado.

Luego vinieron todas tus bendiciones
como caudal bañaron el alma mía
fluyeron como río a borbotones;
y en sus celestes ondas yo vivía.

Hermosos recuerdos de tus visitaciones
en noche y en día tu gracia me cubría
y yo extasiaba mi ser en tus bendiciones
tus ondas y tus olas en mi ser fluían.

Pasóse el tiempo y abordé mi barca
cual Pedro, dejándote en la otra orilla
es medianoche, Señor, la marea es alta
la tormenta cruel casi quiebra mi barquilla

No te tardes en aparecer en el firmamento
sobre las olas avanzando poderoso
que cual Pedro, estoy gimiendo temeroso:
Salvame oh, Señor, que sin tí perezco!