Por fin sonó la última campana,
Que señalaba el fin de una carrera
Un populacho con ardiente saña
Gritaba con ardor: ¡Que muera!
Era Jesús de Nazaret el justo
Que ha esparcido bienes por la tierra
Pero… ¿Qué ha hecho que causa tanto insulto?
¿No ha repartido bendiciones por doquiera?
¡Muera! Repite el griterío,
Que atolondrado por el vil pecado,
Le escarnece y escupe el gran gentío,
Le suben a la cruz, ya está clavado.
Clavado ya, el bendito Salvador eterno,
Y todo por causa de mi alma,
No tuvo valor para ti el cielo,
Lo dejaste todo, con humilde calma.
Yo que ahora todo lo comprendo,
Y que del sacrificio vil entiendo ya sus faces,
Con razón decía el Salvador muriendo:
“Padre perdónales, no saben lo que hacen”
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