Señor, yo te contemplo anonadado,
Te veo viajando en la espumosa nube,
A la tierra camino le has marcado;
Y el bello sol a tu mandato sube.
Las obras manifiestan tu potencia
Los astros con su brillo nos indican,
Tu poder, majestad y omnipotencia;
Y a tu impulso, obediencia verifican
El jefe de los mundos en el orbe,
En quién y por quién todo gravita,
El que ejecuta sin que nadie estorbe;
De un poco de agua ahora necesita.
El que hace flotar las nubes en el viento
Y que guiarlas puede a donde quiere,
Cual mansas bestias las cruza el firmamento;
Y cuando tiene sed de ellas bebe.
El que hace correr el manso rio
Y que desborda el gran torrente,
El que al invierno manda dar el frio;
Se inclina suplicante ante la gente.
A dar agua se niega el manantial
Y las nubes se paran en su vuelo,
El rocío refrescante y matinal;
Ha dejado de mojar el desolado suelo.
Ya la fiebre delirante, abrumadora
Del Señor bendito hace presa,
Espera por si una mano bienhechora;
Su santa boca, compasiva, le refresca.
Pedir agua, Señor, ¿será posible?
A mi pregunta respuesta no tengo,
Entonces el Señor exclama en voz audible;
Le oyó la multitud: “Sed tengo”
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