viernes, 30 de julio de 2010

HERIDAS QUE BENDICEN


Un día le pregunté al Señor:


Hasta cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano?
Porque francamente yo ya estoy cansado...
Porque él actúa con tanta ligereza,
que de ofensas mi alma se ha hastiado.


Del ayer recuerdo la ofensa hoy marchita
porque las verdes espinas del presente,
me laceran y me he puesto a pensar;
qué del mañana hoy yo puedo esperar.


Permíteme, Señor hoy quejarme,
pues esta situación es difícil soportar,
y en mi alma a comenzado a aquejarme;
una herida que comienza a supurar.


El Señor me respondió:


Hijo mío, tu amarga queja yo he escuchado
y dentro de tu alma puedo ver tu gran pesar,
mas recuerda que no importa cuán lastimado;
sino qué tanto por mí, estas dispuesto a perdonar.


Recuerda siempre, cuando recibas una afrenta
que la gracia y el poder Del que fue Crucificado,
del que dijo: "Padre, no les tomes esto en cuenta"
muy dentro de ti, hoy yo he depositado.


Entonces yo le dije:


Gracias Señor, por todo lo que de ti he recibido
sanastes mis heridas, me enseñastes a perdonar,
gracias también porque al fin he aprendido;
a bendecir y amar en vez de murmurar.


Gracias mi Señor, por el hermano que tú usastes
para forjar mi carácter, para que yo creciera,
pues fue el instrumento que tú designastes;
para que de tu gracia, a depender aprendiera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario